En 2023 se anunció a Fortuna del argentino Hernán Díaz como ganadora del Premio Pulitzer de ficción. Esta novela, publicada en inglés en 2022, ya había cosechado gran recibimiento de la crítica por —entre otros aspectos— la soberbia caracterización de la clase financiera floreciente en los EE. UU. de inicios del siglo XX.
La novela está dividida en cuatro grandes secciones aparentemente independientes, pero que a lo largo de la lectura irán encajando en este puzle casi detectivesco que Hernán Díaz ha querido construir. La primera parte es una novela corta escrita —dentro de la ficción— por Harold Vanner donde se narra la historia de los esposos Benjamin y Helena Rask; se cuentan los sucesos trágicos y misteriosos que rodean a esta pareja, una de las más prestigiosas y poderosas en Norteamérica. La segunda parte es un borrador de lo que resulta ser una autobiografía inconclusa del magnate financiero Andrew Bevel, en donde se leen retazos de una historia muy parecida a la de la novela de la primera parte, pero con ciertas diferencias importantes. La tercera parte son las memorias de Ida Partenza, una suerte de escritora fantasma que se encarga de recopilar la información de primera mano de la vida de Andrew Bevel para redactar su autobiografía (cuyo borrador ya se había mostrado en la segunda parte). Finalmente, la cuarta y última parte es el diario de Mildred, esposa de Andrew Bevel, en donde se descubrirán los últimos secretos que rodean a este matrimonio.
El dinero y su infortunio
He leído varios comentarios en donde se destaca de Fortuna el tratamiento de los grupos de poder y las consecuencias de su ambición, así como la magistral representación del manejo del dinero y la codicia inherente. Todos los personajes dependen del dinero tanto simbólica como materialmente, y es el padre de Ida Partenza, un anarquista incansable, quien en varias páginas —donde se registran las conversaciones que mantiene con su hija— resume esta impronta que atraviesa toda la novela: el dinero solo es una fantasía que disfrutan ciertos grupos y bajo la que ocultan su mezquindad.
[...] el dinero no dice nada de la gente que lo tiene. Nada. El dinero no dice nada de sus dueños. A diferencia de tener, no sé, talento, que sí define a una persona. La relación del dinero es completamente accidental. (p. 244)
Esto queda reflejado expresa y principalmente en el matrimonio Bevel/Rask que, a pesar de ser la familia más importante y acaudalada de la zona, ve su estabilidad emocional desmoronarse a medida que su riqueza va incrementándose. La sombra de la tragedia que persigue a los esposos (esa aparente enfermedad mental y terminal de Mildred Bevel) es imposible de evadir aun con los recursos económicos de los que disponen. El dinero, entonces, se vuelve ya una fantasía desagradable; su valor es inservible, no alcanza para mantener ni la salud de Mildred ni el prestigio de Andrew. Solo se sostiene como una apariencia reflejada en lo material, en ese imperio efímero que se mantiene a base de ficciones.
Porque el dinero es eso: todas las cosas. [...] Es el bien universal con el que medimos todos los demás bienes de consumo. Y si el dinero es el dios de los bienes de consumo, esto —con la palma de la mano vuelta hacia arriba, tracé un arco que abarcaba la oficina y sugería el edificio que la rodeaba— es su gran templo. (pp. 252-253)
La ficción de la ficción
Otro aspecto a resaltar de este libro es su estructura, este juego ambicioso entre la ficción y la metaficción. La novela corta Obligaciones —que se encuentra en la primera parte de Fortuna— funciona perfectamente como presentación de lo que el autor busca: generar la intriga en torno al matrimonio Rask/Bevel. Y lo consigue, pues los giros narrativos, la construcción de los personajes, la descripción detallada de ciertas escenas violentas mantienen viva la curiosidad del lector. Existe un misterio latente que se percibe en toda esa novela corta, como si leyéramos un texto detectivesco, incapaces de predecir cuáles serán los destinos de esos personajes.
Sin embargo, me parece que esta emoción no se mantiene en las demás partes de Fortuna. Quizá porque Hernán Díaz quiere construir un puzle en donde cada sección debe guardar un significado para el lector, y en esta pretensión formal un tanto innecesaria —y es que este rompecabezas carece de complejidad y se vuelve predecible— se pierde la intriga y la violencia narrativa que ofrece en la primera parte. Es la segunda sección quizá la más insustancial, pues, además de repetir algunas escenas de la primera parte, de manera algo caótica e incompleta —pues así está concebida por el autor—, no se distingue ya un notable halo misterioso que demandara una lectura atenta. Por otro lado, al plantearse tres narradores en Fortuna, no se marcaron grandes diferencias en dos de esas voces narrativas: la primera parte, narrada por Harold Vanner, parecía «escrita» por Ida Partenza, la autora fantasma de las memorias de Andrew Bevel; es decir, las tres primeras partes de Fortuna parecían pertenecer a una sola voz narrativa. En cambio, sí era evidente una diferencia con el diario de Mildred Bevel (la cuarta parte), pues su narración es fragmentaria y dispersa, debido a su enfermedad.
La transformación de Mildred Bevel
Fortuna se articula y sostiene por el personaje de Mildred Bevel/Helen Rask. Es a lo que concluí tras terminar la lectura. Primero, ¿qué resulta más inquietante y llamativo: conocer el proceso de herencia y el manejo de la fortuna de un magnate o desentrañar la intimidad y los secretos de una de las familias más poderosas de la ciudad? Y, claro, el secreto más importante es descubrir las causas de la muerte de Mildred Bevel/Helen Rask.
Al principio, Mildred Bevel/Helen Rask se presenta como un personaje sobre el que recae toda la acción, pues casi no participa de manera activa de esta: su esposo es el magnate, su esposo había recibido una valiosa herencia, su esposo era el dotado en finanzas; es decir, ocupa una posición desde la cual es una mera espectadora. Luego, eso se marca aún más debido a su enfermedad, pues su ánimo decae, su salud empeora y se vuelve cada vez menos capaz de tomar decisiones y solo contempla cómo todo a su alrededor es dirigido por su esposo, médicos y sirvientes. Resulta espectacular cómo al final de la obra, con el descubrimiento de su diario, este sujeto posicional cambia totalmente; ya no es solo una presencia, sino que descubrimos que en realidad ella era la que generaba las transformaciones —evitaré los spoilers—.
Con el descubrimiento del diario, Mildred Bevel/Helen Rask se hace de una voz, una palabra que se manifiesta —como en todas las partes de Fortuna— a través de la escritura. Aparentemente desconectada de la realidad, corrobora con su diario su protagonismo y su singularidad, pues es la narración más original de toda la novela: disruptiva, fragmentaria, poética. Además, sobre ella recae toda la carga dramática, con escenas casi sangrientas y descripciones crudas de su enfermedad y su proceso de recuperación. Al final de cuentas, el puzle detectivesco se construye a partir de recabar toda la información sobre qué sucedió con ella.
Quizá Fortuna no consigue ser constante en todas sus secciones, pues bajo mi consideración presenta ciertos altibajos en cuanto al sostenimiento de la intriga, pero es innegable que Hernán Díaz nos ofrece una novela grandiosa casi hipnótica, y muy ambiciosa para estas épocas.
Ficha
Autor: Hernán Díaz (Buenos Aires, 1973)
Editorial: Anagrama
Traductor: Javier Calvo
Año: 2023 (sexta edición)
Páginas: 440
Otros libros leídos del autor: ninguno antes
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